La vuelta a Madrid
en 323 kilómetros






Esta es la historia de un reto, de superación personal, la que me marco para intentar subir el listón de kilómetros que puedo realizar en un día. Hay gente que hace muchísimos, muchísimos más. Sin ir más lejos, uno de mis compañeros de ruta se fue hasta los 354... Y, como hace unos días, buscando metros y más metros de desnivel, me quedo contento al ver, al formar parte de ese día en que se superan más y elevan también su listón personal: en esta ocasión, el de kilómetros.
Para ello había buscado un recorrido que fuera, en sí mismo, un aliciente: dar la Vuelta a Madrid, aunque saliéramos de sus límites por Toledo y Guadalajara. Un recorrido de 323 kilómetros con el que tenté a mis compañeros unos días antes, a pesar de llevar en mi cabeza desde hace mucho más tiempo. Sin coches de apoyo, sin premios, sin podiums, sin medallas,... El único aliciente es alcanzar la ruta, hinchar el pecho cuando acabas y decirte: "Joder, lo que acabo de hacer...".




El perfil de la ruta:


Pincha en la imagen para ver la actividad en Strava


Partimos de San Martín de la Vega a las 7 de la mañana de un caluroso 11 de julio de 2017 y posamos para los fotógrafos...





En los primeros kilómetros se trata de marcar un ritmo uniforme. No gastar en exceso, regular el ritmo y las fuerzas para lo que se viene encima.



Nos dirigimos hacia Seseña (Toledo), Illescas, para continuar hacia Valmojado, Mentrida,...




La primera zona que se hace dura será a partir de Aldea del Fresno hacia Chapinería, adentrándonos en la sierra Oeste madrileña. Aún pedaleamos los tres juntos, aunque Juan prefiere regular más aún y se distancia, por detrás, levemente.


Ascendiendo a Chapinería. Una interesante subida que merece un reportaje altimétrico más adelante.


La tendencia ascendente se mantiene cuando ya hemos pasado Colmenar de Arroyo y nos dirigimos a Fresnedillas de la Oliva, por una carretera bastante pestosa. A esas horas Jorge rueda por detrás (haciendo paradas varias para distintas cosas). Opto por irme con Juan, pues un exceso de paradas puede mermar la ruta y, sobre todo, las fuerzas.




Dejamos atrás, sucesivamente, Fresnedillas, Peralejo y El Escorial, en busca de Guadarrama, donde hemos situado el avituallamiento: un enorme bocata que servirá para recuperar de esfuerzos... Llevamos ya más de 135 kilómetros, por lo que el objetivo aún se ve muy lejano: a casi 200 kilómetros...




Volvemos a arrancar con vistas a alcanzar el punto más alto de la ruta, que se sitúa entre Collado Mediano y Becerril, primero, y luego el más septentrional, que se corresponderá con Torrelaguna. Pero antes, pasado Manzanares el Real, encontramos la carretera cortada por la Guardia Civil debido a un accidente.



Tras pasar Torrelaguna vendrá el larguísimo tramo que enlaza con Guadalajara, pleno de rectas, toboganes varios y calor, mucho calor...



Juan comienza a descolgarse más y más, sufriedo en todo este tramo.  Hará un amago de no continuar en El Casar, pero sigue.
Cuando llegamos a Guadalajara, Juan no acaba de aparecer y, en vistas de que la parada se alargaría en exceso, decido continuar en solitario. Las paradas, los tirones de Jorge, el calor, la acumulación de repechos, el viento, la ruta, me están matando poco a poco...




Una nueva ascensión llegará tras dejar atrás Guadalajara. Es la subida a Chiloeches, con la carretera, que se ve tan alta, que me hunde en la miseria absoluta. Ritmo cansino para ir venciendo las rampas y coronar. Pienso que, seguidamente, vienen muchos kilómetros favorables, a priori...



Tras bajar Pioz hacia Ambite alcanzo un eterno tramo plano, con algún leve repecho. Calor agobiante, pérdida de sales desmesurada, deshidratación...pero sigo dando pedales, acercándome a los 300 kilómetros. Haré una parada más en Ambite, para recargarme con otra cerveza más. A esas horas tengo un odio atroz a todo lo que contiene azúcar, produciéndome arcadas...


Pero con todas las miserias que llevo encima, alcanzo Morata de Tajuña y me presto a subir Valgrande, una pequeña subida que en los últimos tiempos me he acostumbrado a subir "a plato". En esta ocasión, sin embargo, casi no puedo con ella. Pedaleo con la cabeza agachada, buscando que cada curva sea la última y dando voces para que se acabe la tortura como si de un loco se tratara. Sigo sin ver a nadie... Tenía que irme hacia delante y espero que mis compañeros lo sepan comprender: cada organismo es un mundo y yo necesito ir paso a paso haciendo camino. Más paradas, por contradictorio que parezca, me bloquearían más y más.



Cuando corono Valgrande, esa tachuela que me ha parecido la Cobertoria, otra vez con ojos lagrimosos. ¿Qué le voy a hacer? Es lo que tiene ser un sentimental... Y empiezo a intuir a lo lejos, muy a lejos, a Jorge.
Y cuando definitivamente me alcanza no puedo más que alzar los brazos y, joder, íbamos a rematar esta brutalidad de ruta juntos...pero no, decide dar marcha atrás para alcanzar más desnivel y, después, más kilómetros, hasta llegar a los 354.



Y entro solo en San Martín de la Vega, con 5 kgs menos de los que tenía al principio, casi 15 horas después de arrancar, con 323 kilómetros y 2700 metros de desnivel, elevando mi listón en otros 20 kilómetros 3 años después. Y estaba satisfecho, a pesar de no tener ni un gramo de fuerza. Durante 5 o 10 minutos me tiro al suelo para recuperarme mínimamente, antes de tomar un refresco que me recomponga.


Aparco la bici, me siento, llamo, escribo, pienso, solo.
Y no quiero nada más, de momento...